Forficula auricularia
No hay nadie más sigiloso ni más mortífero que el cortapichas (también llamado tijereta). Puede estar debajo de cualquier piedra, bajo cualquier mueble, entre la ropa, entre las sábanas, dentro de las hogazas de pan, donde menos te lo esperas. Si te descuidas, por la noche, podría meterse en tu cama y cortártela poquito a poco sin que te dieras cuenta. O meterse por tu oreja y desmigajarte el cerebro. En definitiva, un ninja de la naturaleza.
Sin embargo, lo verdaderamente grande de este bichejo es que, consciente de su enorme capacidad destructiva, es apacible. Se pasea chinochano por cualquier recoveco del planeta (cosmopolita como es él) moviendo las antenas al compás. Nunca ha tenido aspiraciones (¿rey de la selva? ¿presidente de la república del bosque?, ¡ja!), para qué, si puede hacer lo que le plazca, morder de aquí y de allá.
¿No es suficiente ser independiente, omnívoro, ocre-amarillento y tener una tenaza en el culo? Así piensa el cortapichas, el más feliz de los insectos.
Por eso sabemos que un cortapichas es poderoso, porque es capaz de canalizar su potencial y evitar la violencia sin justificación. No como las avispas, tan infantiles que pican a cualquiera.
Por lo demás, los cortapichas se aparean cuando buenamente pueden. Llegado el momento la hembra se dedica con esmero a los huevos y los machos quedan encantadísimos. Ellos también dominan técnicas de masaje a seis manos, que sólo puede superar en alcance sensorial el afortunado ciempiés.
Le gusta:
- El taichí
- Los recortables
- Ir siempre limpio
No le gusta:
- Que se le corte la mayonesa
- Los animales con el pelo largo
- Los insectos que sólo buscan follón, porque si no pican a alguien no se quedan contentos.
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