Octopus vulgaris
El pulpo es un cefalópodo de ocho brazos articulados, muy cariñoso, besucón, de cabeza amplia e inteligencia notable. Es capaz de resolver problemas de álgebra (casi siempre mal) y de memorizar patrones mediante la observación... vamos, que si tiene hambre es capaz de trajinarse el contenido de envases con abre-fácil que algunos monos tendríamos que estrellar contra las piedras.
También es abnegado en la defensa de sus crías. Sobre todo la hembra, que cuida a los huevos durante el mes que tardan en eclosionar, se encara con transeúntes y depredadores, se pega con quien haga falta.
Como no puede descuidarse ni un momento, pasa de alimentarse y acaba muriendo de inanición. Noble gladiadora incansable. ¡Ave!
Pese a todas sus cualidades positivas, lo suyo es la discreción. Cuanto menos hablen mejor. Hay mucho listo esperando a despellejarlo en cuando se descuide. Por eso es un maestro del camuflaje, cambia de color hasta mimetizarse con el entorno, confundiéndose con las rocas del fondo... A lo mejor se pasan toda una tarde jugando al escondite y la paga siempre el mismo.
Ahora bien, cuando se pone furioso o se siente pillado en una mentira también cambia de color, y cuando está en pleno desempeño sexual enrojece por el esfuerzo. A una mala, si la cosa se complica y hay que escapar, recurre a una cortina de tinta (siempre es mejor que inventarse cualquier pobre excusa).
Le gusta:
- Hacer quinielas
- Los chalecos
- El futbolín
No le gusta:
- El zumo de naranja sin pulpa
- Los púlpitos
- Esas escaleras en las que hay que subir siempre con el mismo pie
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta, valora, añade o haz ruido con un silbato