Crocidura russula
La musaraña es un mamífero insectívoro (por decir algo) aunque, en el fondo, ni ella misma lo sabe. Como su vista es pobre, su tacto es rico, y la naturaleza la ha dotado de un hocico alargado hipersensible con el que husmea en busca de alimento.
Poseedora de una singular anatomía ósea, puede meterse por cualquier resquicio, ser pisada por un animal 10.000 veces mayor (un orangután, por ejemplo) y salir ilesa. Lo que le sirve para coger el metro en hora punta y hacer castellers.
En un alarde de precocidad, la musaraña alcanza su madurez sexual a los 3 meses de abandonar el nido. Entonces las hembras empiezan a leer la revista “Vale”, salen por la noche y se las comen los mochuelos. A los machos también se les nota en seguida, y suele ser su profesora de sociales la que no tarda en avisar: “os pasáis el día pensando en las musarañas”, y suena a frase hecha, pero es una verdad como un templo. Por eso ninguna musaraña consigue acabar FP.
Sus necesidades metabólicas son altísimas. Se calcula que han de consumir diariamente la mitad de su peso en alimentos, e incluso hay especies de musarañas que pueden morir si pasan 4 horas sin comer. No tienen, por tanto, períodos de hibernación. Nadan, trepan, no paran quietas, y presumen de no valerse para ello de estupefacientes. Aunque los 1.200 latidos por minuto de su minúsculo corazón dan que pensar.
Le gusta:
- Inventarse la letra de las canciones
- Los rincones oscuros
- Los chistes de ratones y elefantes
No le gusta:
- Hacer cola en los restaurantes
- Las técnicas de relajación
- Cómo le quedan las gafas
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